lunes, 25 de mayo de 2009 en 10:02


CERCANOS LIMITES

Dio clara muestra que mi cuerpo le había subyugado de algún modo misterioso o quizás esto mismo le ocurría repentina y repetidamente para escapar a lo mecánico de sus acciones como un mero vicio o huida de la realidad poco estimulante. Sus ojos insistían más de lo conveniente a los buenos modales, considerando lo que se demora un humano en entregar un pasaje de jetmóvil a otro humano.


Atendió a los otros paseantes estelares sin dejar de mirar solapadamente por una esquina de su ojo, moviendo la boca sin consecuencia. Sus ojos verdes invasores, me producían un estado lastimoso que iba intensificándose a medida que se conectaban los terminales cerebrales y genitales con rapidez pasmosa, infligiendo a mi organismo azotes cada vez más cálidos, magnetizados hacia ternuras pletóricas, impeliendo a comportarse en forma instintiva.

Se acercó a preguntar por mi equipaje, a lo que apenas pude musitar entrecortada y ridículamente no más de dos palabras, mientras mi ánimo fluctuaba entre una profunda vacilación y escepticismo. Esa misma mañana, el espejo me había devuelto una decrépita imagen del ser que avanzaba por el tiempo biológico, que era imposible no hostigara contemplarlo un breve lapso.

Al percibir sus cercanos límites, me percaté cuán agradable era el deletrear el único idioma que yo había comprendido en mi lejana infancia, caído en el desuso después que la comunicación se efectuaba sin sonidos.

Aunque era inoficioso, pensé que estaba frente a una extraña raza concluida, o no distaba de serlo, con esa jovialidad cortés que encendía mis más congelados lugares corpóreos.

La entonación cada vez más sensual de su voz, unida a unos extraños y subyugantes ademanes magnéticos que empezaron a hundirme en un estado fuera de lo que yo conocía en la experiencia, sumergiéndome en la turbulencia de mi sistema orgánico y espiritual, para ascender ambos a una dimensión profunda de éxtasis, que me despojaba sin dolor del cabello desde la raíz, hasta arrebatarme a una enorme quietud insospechada, al declinar el descenso entre las nubes.


En el momento final del viaje, él no encontraba el camino acertado para consultar mis datos exactos, la ciudad era un puzzle intrincado, que sólo conociendo los números digitados para cada ente, era cercano a lo posible, volver a encontrarse a tiempo antes de morir, siempre y cuando el edificio no lo hubiesen cambiado el día anterior. Esquivé lo que más pude un nuevo encuentro por el motivo principal, no aceptar dominación. Sin embargo, cedí por que el impulso animal me lo exigía.


Mejor no lo hubiese concedido. Estaba diferente, los ojos que me habían atraído se le pusieron transparentes y la uñas se le desprendieron para enterrarse en la alfombra, que se destiñó como si le hubiese caído hipoclorito de sodio.

Liberache | Powered by Blogger | Entries (RSS) | Comments (RSS) | Designed by MB Web Design | XML Coded By Cahayabiru.com