EL Sombrero de Copa

lunes, 25 de mayo de 2009 en 10:52


En un día muy frío del año 2000, entró al restaurant aromático a café de grano, un hombre de mediana edad, de patillas demodé, vestido con un abrigo azul oscuro largo y moderno, tras él pisándole los talones, difuminado, una especie de mellizo, exactamente idéntico en el aspecto con la única diferencia que llevaba embutido en la cabeza un sombrero de copa.

La mujer que le esperaba, lucía una boina beige, un abrigo blanco de corte actual, fumaba con fruición mientras colgaba de cada anillo de humo algún pensamiento obsesivo, tras ella, como un ángel de la guarda, un éter de similar figura y fisonomía, pero con un traje del siglo pasado, con velo, organzas y terciopelos, le acompañaba.

El invierno solitario en su tristeza y sin homólogo, acechaba la ciudad. Los dos personajes (o los cuatro personajes) tiritaron de frío, pero sonrieron llenos de gozo al verse. Un sentimiento profundo que les estrujaba el organismo que aún vivía, se instalaba entre ellos al contemplarse. Algo divino encontraba ella, una cierta magia hallaba él y se dejaban envolver en esa estela eufórica en que se comienza a pensar que tienen más tiempo, un tiempo fuera de lo cronológico, una clara sensación de conocerse con anterioridad que sin embargo, costaba establecer claramente. Esta idea que con frecuencia rondaba en sus mentes, les roía como un gusanillo inofensivo que les inquietaba porque ponía en juego la lógica y armaba grandes dudas sobre la realidad palpable. Esta sutil e intangible sospecha les hacía vivir con mayor goce cada encuentro, pero también les retorcía el cerebro y se agotaban tratando de recordar algo, algo que no podían recordar. De nuevo juntos, como monos porfiados.

Una vez que se han marchado del lugar, la mesera se acerca a recoger la propina y se encuentra con una moneda desconocida, grande con incrustaciones de oro en que brilla el perfil de una reina...del siglo XIX, qué raro, para que dejarían esta moneda de anticuario, de falsa propina, protestó la muchacha.

2 comentarios

  1. Ester... Exquisitamente sutil esta pincelada del pasado.
    Un abrazo

  2. darif Says:

    Muchas gracias MARINA, no sabes la sorpresa que significa para mi que te hayas dado el tiempo de leerme.
    Un abrazo apretado

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